La rosa púrpura de El Cairo, de Robert Shearman – Especial Cuentos de película XII

Robert Shearman fue el autor con el que abrimos este especial Cuentos de película. Gracias a él y su Los archivos de Constantinopla, ahora todos conocemos el verdadero origen del cine. Y ahora regresa de nuevo en la recta final de este especial, aunque no con un nuevo relato, sino con un texto sobre una cinta que estoy convencida de que muchos de vosotros amaréis tanto como él y yo.

La rosa púrpura de El Cairo, de Woody Allen, fue el título escogido por Robert cuando el editor Mark Morris lo invitó a él y a alrededor de sesenta personas más (en su mayoría autores del género) a escribir sobre alguna de sus películas de ciencia ficción favoritas. Sí, habéis leído bien, «ciencia ficción», porque él defiende que La rosa púrpura de El Cairo se encuadra en este género. El resultado de la invitación de Mark Morris fue el volumen Cinema Futura, publicado por PS Publishing en 2011, en el que podemos disfrutar de ensayos sobre Me casé con un monstruo del espacio exterior (la película a la que homenajea el relato homónimo de Dale Bailey), Blade Runner, Brazil, Minority Report, Matrix, Metrópolis, El hombre del traje blanco, El planeta de los simios, 2001, La guerra de las galaxias… escritos por, entre otras muchas plumas, Ian R. MacLeod, Christopher Priest, Mike Resnick, Alastair Reynolds, Lucius Shepard, Steve Rasnic Tem, Stephen Volk, Pat Cadigan, John Connolly, Steven Erikson y Joe R Lansdale.

Confieso que tras leer la contribución de Robert a esta antología sigo sin considerar que La rosa púrpura de El Cairo sea ciencia ficción. Ahora bien, suscribo al cien por cien el resto de sus opiniones y comparto con él mi admiración absoluta hacia esta obra maestra de Woody Allen, que en los tiempos que corren podría quedar injustamente olvidada por motivos por completo ajenos a su calidad. De ahí que, en un intento por reivindicar esta obra ―que de acuerdo a mi experiencia personal no solo no envejece sino que gana con cada nuevo visionado―, haya decidido incluir este texto en este especial. Espero que su lectura os anime a descubrir o recuperar esta joya.

Y, por supuesto, muchas gracias a Robert por pasarse por aquí para mostrarnos su faceta como crítico de cine. Thanks a million, Robert!

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La rosa púrpura de El Cairo

(Dirigida por Woody Allen; protagonizada por Mia Farrow, Jeff Daniels, Danny Aiello e Irving Metzman; 1985)

Robert Shearman

A Woody Allen no le haría ilusión saberse incluido en este libro.

A veces es difícil ser fan de Woody Allen. Sobre todo, cuando aparece en entrevistas riéndose de sus propias obras y aconsejándonos que no nos molestemos en verlas, algo que ocurre con frecuencia. Desde que vi La rosa púrpura de El Cairo cuando se estrenó en 1985, uno de los hitos anuales de mi vida ha sido asistir a la première de su último largometraje, dado que cada año, sin falta, Woody Allen nos entrega una nueva película ante la indiferencia de la mayor parte del público. Sin embargo, me cuesta encontrar a alguien con quien compartir mi pasión. Por suerte tengo numerosos amigos, pero puedo contar con los dedos de una mano aquellos que estarían dispuestos a ver conmigo una película de Woody de principio a fin. De hecho, puedo contarlos con un dedo. Mi mujer no lo aguanta, y mi reciente sugerencia de ver sus alrededor de cuarenta películas en orden cronológico estricto (solo sus Obras Canónicas, las escritas y dirigidas por él, a ver, que tampoco estoy loco) estuvo en un tris de desencadenar el inicio de los trámites de divorcio.

La antipatía de la gente hacia Woody nace de su manera de tratar la ciencia ficción en su segundo (y último) acercamiento pleno al género. Todo el mundo se acuerda de El dormilón —una de «las primeras, las cómicas»—, de cuando Woody se asemejaba más a un payasete encantador y menos a un viejo amargado. Los franceses la titularon Woody et les Robots, y sí, en ella salen robots, orgasmatrones y Woody resbalando con la piel de un plátano gigante. El anacronismo de la banda sonora jazzística solo está ahí para ocultar la ambientación futurista; a pesar de toda la ambición e imaginación del género, así es como Woody mira la ciencia ficción, un poco por encima del hombro. Es una cinta divertida (sobre todo esa parte del plátano), pero con un cierto tono cínico subyacente. La película no soporta lo que está imitando. Como decía, a Woody no le haría ilusión saberse incluido en un libro que celebra la gran ciencia ficción. Él se ha pasado toda su vida persiguiendo el legado de Bergman y Fellini, no el de George Lucas.

Pues qué mala suerte, Woody, porque resulta que dirigiste todo un clásico de la ciencia ficción, aunque fuera sin querer.

Porque La rosa púrpura de El Cairo es harina de un costal totalmente distinto. La premisa es de lo más simple. En un pueblo estadounidense durante la Gran Depresión, una mujer llamada Cecile, atrapada en un matrimonio sin amor y un trabajo sin futuro, tiene como única evasión el cine del pueblo. En él logra olvidar sus problemas durante hora y media y sumergirse en un mundo de aristócratas que frecuentan clubes nocturnos y se embarcan en vueltas al mundo, que se enredan en alegres amoríos y lo celebran con alegres canciones. Y es en ese cine donde ve una de estas películas tantísimas veces que llama la atención de uno de los personajes secundarios, el cual, totalmente fascinado por Cecile, desciende de la pantalla para estar con ella.

Lo que resulta tan novedoso no es que la frontera entre realidad y fantasía se difumine —esa misma idea ya ha sido contada infinidad de veces, con protagonistas que van desde Buster Keaton hasta Arnold Schwarzenegger—. Es la manera rigurosísima que tiene Woody Allen de analizar la premisa lo que la eleva de recurso cómico a ciencia ficción genuina, la forma en que construye un mundo alrededor de esta premisa fantástica y examina todas sus consecuencias lógicas pormenorizadamente. Algunos de los personajes que se han quedado en la película se sienten consternados al no poder seguir adelante con la historia, al encontrarse con que sus vidas prefijadas han perdido todo sentido; mientras que otros desean escapar de su existencia en blanco y negro y son acusados de agitadores comunistas. Y en el mundo real, los espectadores se sienten o bien intrigados, o bien irritados por un largometraje sin argumento ni lógica: «Yo quiero que lo que ocurrió la semana pasada en la película vuelva a ocurrir esta, si no ¿qué sentido tiene?». Las implicaciones resultan aterradoras; se desbarata la naturaleza de nuestro mundo, su mismísima dependencia de la regularidad del trabajo y la monotonía: ¡hay que avisar al FBI!

La genialidad de la película reside en el personaje de Tom Baxter («de los Baxter de Chicago, ¡poeta, explorador, aventurero!»), que Jeff Daniels interpreta derrochando encanto. Tom es un niño inocente en un mundo en el que los coches no funcionan sin la llave de contacto; en el que existen los embarazos, la pobreza y las palomitas; en el que la gente no tiene garantizados los finales felices. Un mundo en el que, de manera igualmente maravillosa, no se produce un fundido discreto para ayudarnos a resistir los besos que se tornan ardientes y fogosos, y en el que el champán no sabe a limonada. Un mundo de color. Al igual que en la Norteamérica de los años treinta todo el mundo trataba de escapar de sus problemas sumergiéndose en la fantasía de las películas, los personajes de la pantalla de los sueños intentan escapar en el quinto rollo de la monotonía del ingenio, la clase alta y las copas en el Copacabana, para descubrir la vida real. Tom no es humano. Es una inteligencia artificial. Es un replicante de Blade Runner, un mecha de A. I. Inteligencia Artificial, pero con la sociabilidad afable inculcada por un guionista de tres al cuarto, y pantalones de explorador y salacot. Sin embargo, es la visión que este alienígena maravillado tiene de nuestro mundo —incluso con toda su fealdad y crueldad intactas— lo que, de manera irónica, le otorga esa tremenda humanidad a la película. La escena en la que Tom conversa con las putas del burdel y su creencia en el amor sin concesiones y puro las sume en reflexiones y mueve hasta las lágrimas es absolutamente extraordinaria.

Pero Jeff Daniels no solo hace de Tom Baxter, sino también de Gil Shepherd, el actor que interpreta a Tom, que ahora está ansioso por localizarlo para obligarlo a regresar a su prisión monocromática (puesto que Gil no puede arriesgarse a adquirir fama de ser un actor «difícil» que se esfuerza tanto por otorgar vida a sus personajes que estos escapan por la pantalla —su agente le recuerda con frialdad el escándalo que acabó con la carrera de Fatty Arbuckle—). Lo meritorio de la interpretación de Jeff Daniels como Gil es que nos permite vislumbrar todas esas cualidades tiernas que este ha utilizado para lograr que Tom cobre vida, pero también cómo esa inocencia ha sido corrompida por el ego y el oropel de Hollywood. La única manera que tiene Gil de persuadir a Tom de que abandone a Cecile es ganarse él mismo el corazón de ella y, al final, Cecile es invitada a elegir un romance con un hombre de verdad frente a otro con un enamorado imaginario. Sin embargo, el supuesto amor de Gil por Cecile no es más que otra ficción y, en cuanto Tom está de vuelta en la película (y, tal como Woody insinúa sombríamente, todas las copias han sido destruidas), Gil planta a la camarera y toma un avión dispuesto a retomar su carrera como estrella cinematográfica. A la postre, nos dice Woody Allen, la única manera de vivir nuestra vida es eligiendo la realidad frente a la fantasía, aunque de todas todas que la realidad nos hará sufrir.

A Woody Allen le dijeron que si la película hubiera tenido un final feliz habría sido un éxito. A lo que el director respondió lacónicamente que ya lo tenía. Tras abandonar al único hombre que la había amado de manera incondicional y haber sido abandonada a su vez por el frívolo doble de aquel, la única opción que le queda a Cecile es regresar al lado de su violento marido. Pero de camino a casa se para en el cine, donde están proyectando una película, y mientras contempla a Fred Astaire cantando y bailando con Ginger Rogers, los ojos se le iluminan, empieza a sonreír y, por el momento, una vez más, olvida sus problemas.

La rosa púrpura es una película conmovedora, en la que palpita un corazón por completo distinto al frío y cómico de esa payasada que es El dormilón. Su metraje está salpicado de reflexiones sobre Dios y la naturaleza ilusoria de la vida, y de algunas de las frases más graciosas escritas por Woody en toda su carrera. Él ni siquiera aparece. No había ningún papel en el que encajara. De modo que se trata de una película que podría gustar incluso al woodyfobo más fervoroso. Tal vez lo intente con mi mujer. Tal vez… Algún día. Cuando ella deje de sacar a colación tanto la palabra divorcio.

Años después de rodar La rosa púrpura de El Cairo, Woody Allen se vio involucrado en su propio escándalo, que no acabó con su carrera (a diferencia del caso de Fatty Arbuckle), pero que sin duda la empañó. Le hizo perder el respeto que tan duro había trabajado para ganar, perder gran parte de sus fans. Una vez, una mujer con la que estaba cenando me contó que ella había sido una entusiasta fan de Woody, pero que, desde lo de esa relación sórdida y extraña con la hija adoptada de su propia pareja, ya no había vuelto a ver una película en la que apareciera ese mal nacido. Yo traté de embarcarme en una defensa a capa y espada. Si no del hombre en sí, al menos de su obra. Pero ella se cerró en banda y devoró sus calamares echando humos de superioridad moral. Entonces le recordé La rosa púrpura de El Cairo. Su corazón, su imaginación, su inteligencia y compasión. Y los ojos se le humedecieron un pelín y se calmó. A Woody Allen puede no hacerle ilusión saberse incluido en este libro, pero esta película, con ese dominio férreo de un concepto propio de la ciencia ficción —que solo puede lograr alguien que ni siquiera conozca los clichés del género— es una obra maestra.

Copyright © 2011 Robert Shearman

De la ilustración, Copyleft Pedro Belushi

Traducido del inglés por Marcheto

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9 respuestas a La rosa púrpura de El Cairo, de Robert Shearman – Especial Cuentos de película XII

  1. mangrii dijo:

    No me convence de que sea ciencia ficción, pero me alegro de encontrar en el simpatiquísimo Shearman a otro fan seguidor de cada estreno de Woody Allen. Yo estoy haciendo una retrospectiva en estos momentos, con muchas de sus películas que me he perdido por ser un jovencillo sin sentido 🙂

    • marcheto dijo:

      Como soy más mayor que tú, he tenido la suerte de poder ir viendo la mayoría de las pelis de Allen a medida que se iban estrenando, porque también en mi caso y desde que era bastante cría, uno de los hitos cinematográficos del año ha sido ir a ver su película anual. Así que te animo a continuar con tu retrospectiva para ir poniéndote al día. Hace unos meses tuve la ocasión de poder ver de nuevo en pantalla grande bastantes de sus mejores títulos y, al menos estos (su última época ya es otra cosa), siguen siendo una maravilla.

  2. Gabriel dijo:

    Otro fan de Woody por acá!

  3. Antonio Mompeán dijo:

    Yo, por el contrario, nunca he sido seguidor de Woody Allen. No he visto ninguna de sus películas. Sin embargo, después de leer este texto, quizás le daría una «oportunidad» a esta película que se menciona.
    Saludos!!

    • marcheto dijo:

      Pues me parece una película perfecta para empezar a descubrir a este director. Anímate y dale una oportunidad. Y luego te pasas por aquí y nos cuentas. 😉 Muchas gracias por comentar.

  4. JascNet dijo:

    Buenos días, Marcheto and family.
    La verdad es que no me acuerdo de la película, más allá de lo que se comenta en el relato. No obstante, pienso como la mayoría: Película fantástica, sí; de Ciencia Ficción, como que no. Tiene ficción, pero la ciencia no la veo por ningún lado. 😝
    Eso sí, el relato/ensayo es entretenido y divertido y me hace recordar que llevo bastante tiempo si ver una peli de mi admirado Woody Allen.
    Sí, yo también soy un admirador de la obra de este cineasta, aunque tengo que confesar que no he visto sus últimas obras. Me las apunto como pendientes.
    De la que mejor recuerdo tengo es «Toma el Dinero y Corre» (Take the Money and Run). Hace muchíiisimo que la vi y recuerdo haberme reído mucho. No sé como habrá pasado el tiempo por ella. También «Match Point» y «Sueños de un Seductor». Tendría que revisionar las demás, pero la verdad es que veo poco cine. Prefiero usar mi tiempo libro leyendo. 😉🤷🏻‍♂️
    Como siempre, muchísimas gracias por permitirnos disfrutar de este relato.
    Un abrazo y… Felices Fiestas, Feliz Año Nuevo y un 2023 con muchos Cuentos para Algernon. ❤️❤️❤️

    • marcheto dijo:

      Si ves poco cine, no hace falta que veas las últimas. No están al mismo nivel (en concreto, las rodadas en España me parecen de sus obras más flojas). Yo me dedicaría a recuperar y volver a ver sus mejores obras, que se pueden ver una y otra vez sin cansarse: «Hannah y sus hermanas», «Días de radio», «La rosa púrpura de El Cairo», «Misterioso asesinato en Manhattan», «Todos dicen I love you», «Match point»…
      Y bueno, no te deseo todavía unas felices fiestas porque de aquí a entonces todavía se publicará otro cuento y a lo mejor te dejas caer de nuevo por aquí. 😉

      • JascNet dijo:

        Sí, creo que tienes razón. No dispongo de tanto tiempo libre como para desaprovecharlo. 😉 Recuerdo que las primeras cintas me hicieron reír y las últimas que vi me hicieron pensar y saborear el buen cine. Algo nada desdeñable.
        Bueno, hay mucha gente que celebra las «fiestas» desde el día 1 de diciembre, por eso la antelación. 😝
        Pero, por supuesto que sí, queda otro cuento y la publicación de la antología, que no recuerdo si la haces a final de mes o principio del siguiente.
        Claro que me pasaré por aquí. Es visita obligada cada vez que publiques o yo lea alguno de los relatos antiguos. ¡Faltaría más! ❤️❤️❤️
        Un abrazo

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