Puente Silencioso, Cascada Pálida, de Benjanun Sriduangkaew

Benjanun Sriduangkaew es una autora tailandesa de ciencia ficción y fantasía cuyo nombre empezó a sonar fuertemente cuando tras publicar un puñado de excelentes relatos en diversas revistas y antologías fue nominada al Campbell Award en 2014. Fue también ese mismo año cuando apareció su primera novela corta, Scale Bright, una obra de fantasía contemporánea con numerosas referencias a la cultura y mitología oriental que fue nominada al premio British SF Awards. Sin embargo, gran parte de sus cuentos pertenecen claramente al género de la ciencia ficción y transcurren en un universo space opera al que la autora ha denominado «La Hegemonía». Todas esas historias pueden leerse de manera independiente entre sí, aunque se puedan encontrar vínculos entre algunas de ellas y personajes que aparecen en más de una. Si queréis saber un poco más sobre Benjanun, podéis leer la entrevista en español publicada en Sense of Wonder, que además la incluyó en su lista de 20 autores de relatos de ciencia ficción que todo el mundo debería estar leyendo (al igual que la citada lista, que con toda justicia ha obtenido una nominación a los Ignotus 2015 en la categoría de Mejor Artículo)

Puente Silencioso, Cascada Pálida (Silent Bridge, Pale Cascade) fue publicado por primera vez en el número de diciembre de 2013 de la revista Clarkesworld, y posteriormente se incluyó en la antología Space Opera, editada por Richard Horton (Prime Books, 2014). Se trata de un relato de ciencia ficción perteneciente al ciclo de La Hegemonía, y el primero de esta autora que se traduce al español.

Y ya por último, tan solo me queda agradecerle a Benjanun su amabilidad por haberme cedido este estupendo cuento y por la paciencia que ha tenido conmigo a la hora de aclararme todas mis dudas relacionadas con la traducción del mismo, que os aseguro que han sido bastantes. Thanks a million, Benjanun!

ACTUALIZACION I: Ya tenéis a vuestra disposición aquí los formatos para ebook (EPUB, FB2 y MOBI) de este cuento. Muchísimas gracias una vez más a Jean y Johan.

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Puente Silencioso, Cascada Pálida

Benjanun Sriduangkaew

El cuchillo de su conciencia despojándola de la muerte capa a capa: así es como se despierta.

Ella es la general Lunha de Puente Silencioso, que como hombre luchó en una guerra que acabó en tablas, y ganó cinco más como mujer contra adversarios que capitaneaban soles en miniatura.

El conocimiento se reorganiza pieza a pieza en los músculos de su memoria que se van recuperando, en el fiador del arma que dispara sus pensamientos mientras abre los ojos a un mundo de arriates de lirios araña que pugnan, a un cielo de fractales de cristal. Está armada: un acero orquídea en una cadera, una pistola de ráfagas en la otra. Está blindada: un yelmo de escarabajos negros en la cabeza, un revestimiento de quitina ambarina en extremidades y torso. No tiene una cama ni un ataúd que la encierre. Recobra la conciencia de pie, relajada pero alerta. Que es como siempre estuvo.

La hierba crepita y sisea. Lunha desenfunda el acero, sus pétalos desplegando bocas con filo, y reconoce el arma como propia. Todos los generales las tienen: un bestiario de aceros y un cúmulo de armas de fuego, afiladas por el uso y lubricadas hasta refulgir. Ella mantenía una colección más reducida que la mayoría; esta era un arma que siempre llevaba consigo.

La hierba es apaciguada; fragmentos de circuitos, músculos y colmillos, marcas de petróleo en la espada de Lunha, que dispara una vez al centro neurálgico para asegurarse. Una detonación de luz muda.

Su esfera de datos se conecta con un chasquido. Los augmens enfocan nítidamente uno de los muros, un panel de salida de datos. Por el momento, solo audio.

—Teníamos que asegurarnos de que se encontraba en buenas condiciones físicas. —Una voz ajustada a un registro de neutralidad, en entonación y demás; Lunha no es capaz de reconocer el acento, la apariencia preferida ni ninguna otra cosa—. Es un placer tenerla de vuelta, general Lunha.

—Mi conexión está restringida. ¿A qué se debe?

—Se han producido ciertos cambios relativos a la gestión de la información en su nivel jerárquico. Le enviaremos los nuevos protocolos en breve. Mera rutina. Supongo que desea explicaciones.

—Sí.

Lunha intenta entrar usando la fuerza bruta, descubre que carece de los permisos de acceso que le correspondía haber tenido.

—Vuestra lealtad a la Hegemonía nunca ha sido cuestionada.

—Bien la he demostrado —dijo Lunha, que en vida sirvió a la Hegemonía durante sesenta años, de cadete a general.

—No la cuestionaremos ahora. —El panel titila y da paso a un mapa táctico—. Este mundo está dispuesto a ofrecer sus riquezas y poder a nuestros enemigos. Neutralizadlo a él y a la mujer que lo empuja a apartarse de la paz hegemonista. Examinad su dossier tranquilamente.

El planeta traidor es Tiansong, el Lago de los Puentes, donde en vida Lunha tuvo su hogar.

Su líder es Xinjia de Cascada Pálida, que en vida Lunha tuvo por esposa.

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Como es natural, se cuestiona si ella es Lunha reconstruida a partir de fragmentos de piel y tejidos o un clon al que le han cargado los datos de Lunha. La diferencia es teórica más allá de los altares de los clanes; en la práctica ambas cosas son casi la misma. Un fantasma familiar que es una copia de ella flota por la red local de Tiansong, pero también se trata de una reconstrucción a partir de fuentes de segunda y tercera mano, no más su alma o su ser que los archivos con su historial profesional.

La red la anega como una inundación, aunque como todo el personal hegemonista por encima de cierto rango Lunha esté particionada para conservar una conciencia autónoma. Por si acaso ejecuta los programas de autodiagnóstico, que le informan de que no lleva implantados dispositivos de regulación ni de vigilancia remota. Tal vez sea una muestra de confianza; tal vez la reconstrucción sea experimental y los biotécnicos no han querido interferir con sus implantes. Contempla la posibilidad de no haber muerto: heridas graves, una prolongada reconstrucción y su memoria retocada para borrar el suceso. El informe es secreto en cualquier caso.

Le han proporcionado un hábitat hecho a medida para ella: una sección para el descanso, otra para la reflexión y otra para la actividad física. Por su profesión tiene pocos efectos personales, y recupera la mayoría. No solamente el equipo, sino también los recuerdos de las conquistas. Aquí los esqueletos veteados de oro de los lobos de Grenshal, allí la telaraña de capullos plateados de las auténticas arañas de Mahing. Un altar de Puente Silencioso en recuerdo de sus antepasados, imágenes sintetizando sus logros, proverbios y sabiduría. Lunha no acostumbraba a consultarlos, no los consulta ahora, y examina el altar solo para asegurarse de que su fantasma familiar no se cuenta entre ellos.

Su acceso a la red continúa restringido. Si lo desea puede escuchar las transmisiones militares de todos los niveles, pero no puede comunicarse. La memoria pública es el primer paso a dar y la consulta para conocer la percepción de Tiansong que tienen los ciudadanos. Hasta donde estos alcanzan a saber, Tiansong se vio inmersa en una guerra civil durante la que apareció una nueva religión, Xinjia su líder. Se va a enviar un despacho para que Tiansong retorne a la paz.

La información en los canales restringidos es un tanto distinta.

Por la fuerza de la costumbre evalúa las fuerzas, posiciones y equipamiento de las tropas: se trata de algo impersonal, así es como funciona su cabeza. Calcula que con las defensas de Tiansong se necesitaría menos de un mes para domeñar su planeta natal con mínimos daños. En un escenario en el que esto último no sea una prioridad, llevaría menos de una semana. Un ofensiva rápida más que una campaña, y totalmente indigna de ella.

Durante tres días la mantienen aislada: nadie más comparte su hábitat y carece de todo contacto social. El campo de vacío que rodea el complejo le impide ir mucho más allá del jardín. El cuarto día es arrancada de sus pensamientos por el zumbido de unos motores polilla, por la música de los escudos fluctuando para permitir la llegada. No acude a saludar ni hace ademán de armarse; no parece venir al caso.

Su responsable es puro linaje costeya: neutroide escultural con los ojos del color de la escarcha lunar. No lleva uniforme y se presenta simplemente como operativo Isren.

—¿De qué división?

Lunha intenta sobrescribir a Isren, el derecho de cualquier general a alterar los pensamientos y memoria de los oficiales inferiores. No puede.

—Operativo —dice Isren, y nada más. Muestra su respeto a la manera de Tiansong, una mano envolviendo el puño antes del saludo oficial—. Vuestra situación es única.

—¿Por qué se me necesita? Aplastar Tiansong no supone problema alguno.

Isren se ha arrodillado para quedar a su altura; tiene la costumbre de ajustar la postura y extremidades para que la diferencia de estatura no intimide.

—Se desea una solución sin derramamiento de sangre.

—Hay más personal tiasoniano en el servicio activo.

Cuando Isren sonríe, un leve flirteo asoma en la curva de su boca.

—Nadie tan brillante. Xinjia de Cascada Pálida es una oponente laberíntica. Ha conseguido que su mundo recele de la sincro pública y ha tenido oportunidad de difundir esta percepción antes de que impusiéramos el embargo. Preconiza… la desconexión. En esencia, se ha convertido en una infección.

—¿Lo ha conseguido?, ¿desconectar?

Un fragmento de silencio atrapado entre la circunspección profesional de Isren y la necesidad de franqueza requerida por la situación. Cuando habla lo hace con delicadeza, alrededor del filo de este equilibrio.

—No por los métodos convencionales. Su sistema conlleva la extirpación de los nodos de la red y una ingeniería inversa. Cincuenta por ciento de probabilidad de daños cerebrales. Entre cinco y ocho mil han quedado incapacitados, de acuerdo a las últimas cifras.

Lunha echa un vistazo a los informes disponibles. Podrá haber riesgo de daños cerebrales, pero Xinjia ha conseguido afianzarse hasta tal punto que ha sido nombrada Primera de Tiansong. No es unánime: casi la mitad de los clanes disintieron. Sin embargo, casi la mitad no es la mitad, y Puente Silencioso inclinó la balanza. Sus planes se han propagado por veinte mundos independientes.

—Destituirla no será suficiente.

—No. Vuestra encomienda es mantener Tiansong indemne y a Xinjia con vida, y por eso os hemos traído de vuelta.

—Permitidme ir allí. Evaluaré la situación sobre el terreno.

—Eso estaba previsto —dice Isren—. Estamos en Tiansong.

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La última vez que Lunha visitó su mundo natal era un hombre. En su familia solo es ensalzada como hija y sobrina, a pesar de pasar de un género a otro igual que el agua por entre las piedras. Da igual cuál sea, el rostro de Lunha (general y el orgullo de varios clanes) es demasiado conocido, por lo que se coloca una malla que le hunda las mejillas, le ensanche la nariz, proporcione una mayor prominencia a su frente.

Viaja ligera, casi ascéticamente. Un arma de fuego, un acero. Dinero de Tiansong, pero no demasiado. Su única concesión al lujo es un inhibidor que le impide ser rastreada y la protege de escaneos profundos. Isren no la acompaña en persona; en el prístino mar de los fenotipos de Tiansong, su rostro de costeya sería una mancha de petróleo. Isren no pone objeciones cuando se trata de no llamar la atención, pero a tan corto plazo ajustar la musculatura, la complexión y los delatores rasgos faciales queda fuera del alcance incluso de Isren.

Lunha evita el transporte aéreo y sus controles neurales, circunscribiéndose a los trenes y a sus vías serpiente. Se toma su tiempo. Está de permiso… la idea la divierte y se sorprende sonriéndole a la escamosa ventana, su reflejo interrumpiendo momentáneamente los anuncios culturales. Uno de ellos la exhorta a ver la versión de La diosa de las perlas y la tortuga que representan actores auténticos en un auditorio sin conexión a la red. Nada de grabaciones, nada de interrupciones.

En el bastión de un clan dice ser una hija de Jardín de Filos; en el de otro, con un atavío distinto y la voz alterada para hacerla más grave, Lunha se presenta como una novia a punto de unirse a Acueducto de Peonías por vínculo matrimonial. En ambos, Lunha es recibida con cortesía e invitada a meriendas vespertinas, cenas nupciales, fiestas otoñales. A pesar de la tensión del embargo son hospitalarios, pero el nombre de Xinjia no llega ni a susurrarse.

El gran avance tiene lugar mientras está sentada en una cocina bebiendo una infusión de ciruela, las piernas estiradas, escuchando a un anciano cocinero que piensa que Lunha se parece a su hijo mediano, perdido tiempo atrás por su adicción al juego.

—Si quieres destruir a tu enemigo, enseña a apostar a sus hijos —dice el cocinero mientras reparte por los dumplings el relleno de cebollino y cebolla.

—Así dicen nuestros antepasados. —Los enemigos de Lunha suelen escoger estrategias más directas. Ella se enorgullece de haber sobrevivido a más de doscientas tentativas de asesinato, aunque no se le escapa que podría no haber conseguido evitar la última—. En nuestros días existen sistemas más expeditivos.

La risa del cocinero es como arcilla seca resquebrajándose.

—Hoy en día remites al joven e impresionable hijo a Cascada Pálida.

—¡Ah!, pero así te medio condenas al fracaso. Creía que ya no aceptaban huéspedes, que últimamente se habían vuelto reacios a ofrecer hospitalidad. Puesto que no podemos salir del planeta, confiaba al menos en visitar todos los bastiones antes de quedar vinculada por mi matrimonio…

Él se encoge de hombros, sella el último dumpling y comienza a colocarlos en la vaporera. En Tiansong nadie confía en un replicante si quiere una buena comida.

—Si conoces a alguien que conozca a alguien en Puente Silencioso…

—¿Ah, sí? Muchas gracias, tío.

Lunha coge el siguiente tren, con sus plumas y alerones, que parte rumbo a su hogar ancestral.

La sincro pública, la gran memoria compartida, es un instrumento para mantener la paz. Incluso tras saber lo que era y lo que hacía, Lunha continuó pensándolo, igual que continúa pensándolo ahora. No es que favorezca demasiado la libertad de pensamiento: viene acompañada por todos los inconvenientes de la información regulada por el puño cerrado del estado, y la red usurpa la percepción de la realidad. Pero funciona, estabiliza. La Hegemonía Costeya se ha mantenido en equilibrio durante siglos.

Ahora le resulta útil para añadirse a sí misma en las ramificaciones secundarias de Puente Silencioso en lugar de en las ramas principales, tal como prescribe su verdadera cuna. Los detalles la hacen vacilar. Opta por mujer, por comodidad más que por cualquier otro motivo, y elige a su tía novena, que no tiene hijos, como madre. Nada de hermanos, menos disonancia que el tener una repentina hermana donde antes no había ninguna. Esas reacciones no pueden ser sojuzgadas. Las emociones no pueden ser moldeadas.

Cuando llega al puente de entrada suspendido entre las fauces de dragones empuñando perlas, su tía novena acude a recibirla.

—Hija mía —le dice con incertidumbre—, ¿qué te ha retenido tanto tiempo en Jardín de Filos?

—Unos esponsales grandiosos; me gané el sustento ayudando.

Una venia, como corresponde. Un abrazo, forzado. Tener una hija no es más que un hecho; los gestos de su tía novena, una mera obligación.

De acuerdo a los cambios que ha introducido en la red, ha estado tres meses fuera; en realidad no ha estado en su hogar desde hace… su mente tropieza en la grieta de su muerte. Pero sin contar eso han sido cinco años. Puente Silencioso no ha cambiado. Una pagoda central para el culto común. Arcos de zafiro y puertas de granate hermanados en conversación delimitan la urbe. Las ciudades de Tiansong siempre han estado menos atestadas que la mayoría, y la densidad de almas en las torres hábitat de este planeta nunca ha alcanzado la de los mundos de Costeya. Abundancia de espacio, libertad estética. Apenas un susurro de la Hegemonía.

Una situación mucho más confortable que la de innumerables súbditos de Costeya, Lunha lo sabe a ciencia cierta; hay planetas fronterizos anexionados que aún hoy continúan en ruinas. No entiende a Xinjia.

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Cuando se conocieron, Xinjia llevaba máscaras y brazos prostéticos; bailaba entre sombras envolventes de dragones y garzas, con únicamente fragmentos de ella visibles en infrarrojo. Como todos los tespianos de su categoría, Xinjia nunca aparecía en las emisiones al exterior. Tiansong gana una fortuna gracias a su insularidad: los extranjeros que desean disfrutar de sus artes deben acudir a la fuente y pagar generosamente, aunque siempre hay pícaros e imitadores.

Lunha entre el público, sin resuello por los aplausos. Un amigo que conocía a un amigo medió para que se la presentaran. Fuera del escenario, Xinjia se quitó la máscara pero conservó el traje, el peto de papel y los cintos de aceros. De acuerdo a la tradición de los tespianos de sombras, tenía el rostro limpio, desnudo, sin alteraciones, lo que empujó a Lunha a tocarse el suyo, avergonzada de los revestimientos ópticos, del matiz bicromo de su mandíbula al estilo de los replicantes.

Hablaron apresuradamente, entre el bullicio del público que se marchaba; volvieron a hablar más tarde, en el silencio de la salita para el personal en la que el mobiliario, retrógrado, no se ajustaba al contorno de sus cuerpos.

—Hablas de arte dramático como una profana —señaló Xinjia, entre sorbos de oro líquido y bocados de medusa con guarnición de dados de marfil.

—Carezco de formación.

—¿En las escuelas de oficiales no se estudian las bellas artes? —La artista pasó un dedo por los nudillos de Lunha—. Una soldado con pasión por el teatro…

—No hasta esta noche. —Lunha se controló, consiguió no ruborizarse.

—Los soldados me fascinan —añadió Xinjia, con aire ausente—. La yuxtaposición de disciplina y peligro. Violencia y control.

Los matrimonios en Tiansong duran cinco años, al término de los cuales los cónyuges y los miembros de las familias se evalúan unos a otros: lo bien que conectan, lo bien que encajan. Un proyecto colaborativo.

Se casaron en una gabarra, con la familia a su alrededor y la bendición de los avatares de los procelosos dioses de guerra con sus brazos cuádruples, lanzas y ruedas de combate. Dado que Puente Silencioso y Cascada Pálida eran rivales ancestrales, ni Xinjia ni Lunha confiaban en que durara, y fue una sorpresa para todos los implicados que el matrimonio se prolongara pasado el primer quinquenio a un segundo, y luego a un tercero.

El divorcio llegó después de que Lunha ascendiera a teniente coronel. Para entonces habían sido cónyuges durante diecinueve años.

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El zumbido de los rastreadores en las baldosas de marfil y las paredes de secoya de la casa señorial. Lunha programa su inhibidor para que anule aquellos que detectarían su afinidad genética.

Puente Silencioso siempre ha sido uno de los más… paranoicos, supone que dirían el resto de clanes, pero nunca lo ha sido tanto. La ciudad aislada por cuestiones de seguridad. Todo aquel que no era de la familia había sido expulsado; los visitantes de fuera del planeta hace mucho que se marcharon, ahuyentados por una inexistente epidemia justo antes de que se estableciera el embargo.

Xinjia se anticipó a esa sanción. Lunha no descarta la posibilidad de que hubiera encontrado una manera de manipular la sincro, lo que la perturba.

Charla desganadamente con su tía novena, con primos que vacilantemente aseguran haberla echado de menos. Que es lo que se le dice a un familiar tras meses sin verlo. Lo hacen con precaución, inseguros de sus palabras, de considerarla de la familia.

Fingir ser una desconocida que finge ser de Puente Silencioso. Lunha soterrada por completo, como la aparición que es, el fantasma que debería ser.

—¿Es esto todo lo que tienes? —dice su tía novena, intentando ser una madre—, ¿lo que llevas puesto y poco más?

—Siempre he viajado ligera. —Lunha asiente—. Eso ya lo sabes, madre.

—Nunca te has cuidado, más bien.

Lunha siempre se sorprende ante lo que se imagina la gente para rellenar los huecos, para parchear las fisuras de la memoria provocadas por el impacto directo de sus cambios en la red. Un mecanismo de defensa, les gustaba explicar a un ejército de psicólogos, para protegerse de la disolución mental. Existen instalaciones hegemonistas dedicadas a investigar esto, los efectos de la sincro. Lo que puede hacer. Lo que no.

Isren le ha proporcionado un programa espía; Lunha lo activa visualizando renacuajos que nadan en aguas profundas. Evita relacionarse. En Puente Silencioso hay personas desconectadas. Sabrían que su tía novena nunca ha tenido hijos.

Tras días del arresto domiciliario que se ha impuesto a sí misma, se lanza sigilosamente a las calles.

En la hora de la reflexión y de los antepasados, las vías son de oro bruñido. El susurro quedo de los vehículos en lo alto igual que el de los recuerdos, el brillo nacarado de las estaciones atmosféricas que parecen lunas. Lo que ella inhala no es el aire sino la tranquilidad.

Lunha vaga, al principio sin rumbo, luego en una dirección concreta mientras verifica la información escamoteada por el programa espía. Por las medidas de seguridad había supuesto que sería la casa señorial, los salones en los que los notables de Puente Silencioso gobiernan y dictan leyes. Dos de ellos sus madres, orgullosas de Lunha, aunque siempre contaron con su ascenso en la jerarquía, con sus conquistas de quince mundos en nombre de Costeya, y de haber sido ella o sus logros menos, eso se habría convertido en una mancha en un linaje de prodigios.

Un altar ancestral, caparazones de tortuga a modo de tejas y baldosas, monjes de piedra circundando un jardín de helechos y lavanda. El scriptorium custodiado por drones avispa. Teclea un código de desbloqueo: una secuencia de imágenes de una garza azul ensartando con el pico peces plateados. Un murmullo de reconocimiento y los drones le franquean el paso; son de fabricación hegemonista y ella ha sido restituida como general. Han pasado por una reingeniería inversa, pero no lo suficientemente profunda para impedirle entrar. No es algo que pueda echar en cara a los técnicos de Tiansong: menos de un millar en la Hegemonía disfrutan de su nivel de acceso.

Entre las estanterías que muestran imágenes augmens de libros de papel, Lunha espera. Pasa el tiempo leyendo poesía, sumergiéndose en las estrofas de heptasílabos y decasílabos entrelazados de Huasing, la escultura de prosa intersticial de Gweilin que narra la historia de la arquera solar y su esposa en la Luna. Se arrastran por su conciencia, reconfortantes: el bálsamo de la familiaridad.

Xinjia llega, finalmente. Es a donde acude para pensar cuando necesita soledad, y por lo que Lunha sabe, la soledad es algo valioso para ella hoy en día, algo demasiado escaso.

El scriptorium es amplio, y si algo ha aprendido Lunha en sus sesenta años en el ejército ha sido a ser sigilosa. Encuentra un lugar donde colocarse, un punto ciego al que Xinjia no mirará, y durante un tiempo simplemente observa.

Xinjia parece tranquila, mientras avanza resueltamente hacia la esterilla y la barra. Se quita las zapatillas, la mayor parte de la ropa, hasta quedar tan solo cubierta por la sobrepiel de tonos pastel, lavanda mudando a gris cuando se mueve. Con las manos en la barra se arquea hacia atrás, estirándose hasta que los tendones del cuello se le marcan, los músculos del torso despuntan en un bajo relieve.

Lunha desconecta sus alteraciones vocales y dice, con su propia voz:

—Xinjia.

La que fue su esposa se endereza rápidamente, flexible… serpenteante. Tenían un rebuscado apodo para cada una. Bai Suzhen para Xinjia, por la legendaria serpiente blanca.

Un instante al borde del abismo, pero Xinjia no cae.

—General Lunha murió. ¿Qué eres?

—Un fantasma. —Lunha entra en la red de Tiansong. Por supuesto, hay una copia de ella en el archivo de notables, su conocimiento y sus victorias transformados en sabiduría del clan—. Pero eso no sería una novedad para ti.

—¿Deseas tomar un té?

—No —dice Lunha, aunque sigue a Xinjia cuando esta la lleva hasta una mesa baja, hasta unos cojines—. ¿Qué tal estás?

—Ya estarás al tanto de las novedades sobre mí.

—Primera de Tiansong.

—Era necesario conseguir ese título para hacer lo que necesita ser hecho. —Xinjia invoca al fantasma: el rostro de Lunha, sereno. Femenino. A Xinjia no le gustaba demasiado cuando, en ocasiones contadas, Lunha era un hombre—. Gran parte de tu manera de planear, de tu manera de lidiar con tus enemigos está contenida ahí dentro.

—De los datos que enviaran aquí se habría borrado la información clasificada. —Una urna de cenizas, en cierta manera.

—Me interesaba más tu manera de pensar. Extraño, pero no creo haberte conocido nunca tan bien como póstumamente. —La sobrepiel ha absorbido el sudor, dejando tan solo un rastro de aroma salino y limpio. Xinjia nunca ha utilizado perfume. Fuera del escenario se mueve por el mundo ni más ni menos que tal como es ella misma—. Hubo votos a favor de cargar tus datos en un replicante. Me opuse.

—No hemos sido cónyuges desde hace largo tiempo.

—Volví a casarme dentro de Puente Silencioso —dice Xinjia—. Así que somos familia, lo que me otorga ciertos derechos para poder controlar tu imagen. Tus madres estuvieron de acuerdo en que la idea del replicante era… abominable. ¿Puedo tocarte?

Lunha asiente y observa cómo el pulgar de Xinjia sigue el perfil de su mandíbula, de su nariz, de su boca. Xinjia se detiene, bajo el peso de una reflexión, de la presión de un recuerdo compartido.

—¿Es cirugía o llevas algo sobre el rostro?

—Lo segundo —dice ella entorpecida por el dedo de Xinjia, mientras se acuerda de su primera vez juntas, dándose rodajas de caqui, lamiendo la dulzura en la mano de la otra. Suaves tejidos que se caldean en su presencia, sábanas revueltas deslizándose sobre sus caderas, muslos y tobillos. Para el sexo, a Xinjia nunca le gustó una cama en calma—. ¿Por qué te has lanzado a esto?

—Un fallo técnico —responde Xinjia con esa indiferencia suya. Su mano ha terminado por descansar, como por casualidad, en la rodilla de Lunha—. Un fallo que dejó a algunos sin sincro, a mí entre ellos. ¿Qué fue? Algo que pasó en Yodsana, una explosión en un centro turístico. Una pequeña noticia, insignificante, sin nada que ver con nosotros. Creo que yo andaba buscando algo sobre el teatro de títeres de Yodsana, porque de no ser así ni me hubiera dado cuenta. Para mí allí todo seguía igual que siempre. Para todos los demás, el centro turístico estaba envuelto en llamas, con cincuenta turistas muertos. Tomé nota. Lo único es que pocos días después ya no era capaz de recordar por qué lo había hecho ni de qué iba aquello. Aunque ¿qué más me daba?

—Eso pasa a veces. —Pocas veces. Menos que pocas.

Xinjia sonríe, levemente.

—Seguí algunas pistas, descubrí algunas cosas, conseguí contactos. No soy solo yo, Lunha. Mientras hablamos hay personas que se están desconectando en más mundos de los que crees, de una en una o de dos en dos. Yo me he limitado a trasladarlo a una escala mayor.

—Vas a llevarte contigo a Tiansong al completo.

—Es lo que quería un número suficiente de tiasonianos si me eligieron Primera. ¿Te imaginas cómo me sentí cuando…? —Xinjia parpadea, se aparta. Un comando hace surgir un compartimento desde el suelo: un juego de tazas, un dispensador—. ¿Cuándo se te explicó…?

—General. Tras tres campañas triunfantes. —Llegado este punto no parece tener sentido no contarlo—. Me sometieron a un condicionamiento preparatorio para minimizar la discordancia, aunque por aquel entonces no me percaté de cuál era el objetivo.

—Debe de haber personal hegemonista que lo haya filtrado. A amigos, a seres queridos.

—Rara vez. Es fácilmente sobrescribible. —Es fácilmente detectable. Los castigos, desproporcionados.

—¿Tú estás de acuerdo con eso? —Xinjia sirve. Vapor de crisantemo, el té lleno de diminutas perlas negras recolectadas de los huertos de Jardín de Filos—. Sesenta años de servicio, una carrera gloriosa. ¿Te resulta imposible entender por qué estoy haciendo esto?, ¿por qué hay otros que quieren que lo haga?

—En principio puedo imaginármelo. En la práctica… esto no es inteligente.

Una taza es empujada hacia ella.

—Pueden arrebatarnos todo lo que somos. Pueden despojarnos de nuestros idiomas, nuestras ciudades, nuestros nombres; pueden convertirnos en extraños para nosotros mismos y para nuestros fantasmas, hasta que no quede nadie para ocuparse de los altares, para cumplir con la hora de reflexión, para barrer las tumbas.

Lunha bebe un sorbo. Añora el tacto humano, no cualquiera, sino en concreto el de Xinjia.

—La Hegemonía no tiene motivo alguno para hacer eso. La cantidad de rescritura requerida sería colosal.

—Les costaría menos reducir Tiansong a restos chamuscados que un procesamiento tan ingente. Sí. Aunque si encuentran un motivo, mi estimada militar, lo harán. Cambiándonos cada vez un poco. A lo mejor un día dejaremos de quemar incienso, al siguiente tendremos replicantes costeyas cocinando para nosotros. Un mes después, ya nadie bailará como bailo yo. En lugar de eso, obras costeyas, escenarios cromados e intérpretes replicantes, como en Imral y en Salhune. Tienen ese poder sobre nuestros… sobre todo. Y no lo puedo tolerar. —La que fue su esposa, y ahora lo es de otra persona, levanta la mirada—. Creía que tú tampoco podrías.

—Xinjia. Bai Suzhen. —Lunha sigue sin alargar la mano, no será ella quien muestre ternura. Hace mucho que dejaron de ser cónyuges—. Ochenta años atrás hubo un conflicto entre Portal de Hierro y Cataratas Carmesíes que fue agravándose. Iba camino de destrozar Tiansong, convirtiéndolo en un campo de ruinas y despojos, hasta que intervino la Hegemonía. Una rescritura a conciencia. Ahora nadie lo recuerda; ahora Portal de Hierro y Cataratas Carmesíes están en paz. Puedes no creerlo, pero para eso luchan los soldados: para preservar el equilibrio, para traer la estabilidad.

—Para imponer la definición hegemonista de esos conceptos.

—Es la que funciona.

—¿Y las masacres de las emperatrices de Tiansong cuando Costeya se hizo con el poder?, ¿qué me dices de eso? ¿Es eso estabilidad?, ¿es eso paz? ¿O se debe olvidar el pasado simplemente porque ya han transcurrido tres siglos? No, no me respondas.

—Hay planetas hoy en día que tienen que pasar por cosas mucho peores. He estado en ellos; he ordenado su destrucción y la ejecución de sus habitantes.

Lunha sabe que ha fracasado, lo sabe ya. Que de ninguna manera iba a poder ganar. No aquí.

—No eres tú misma —dice Xinjia con voz queda.

—Lo soy. Siempre lo he sido.

—Entonces no tenemos nada en común. A lo mejor nunca lo hemos tenido.

Lunha bebe hasta que no queda nada en su taza, ni té ni perlas.

—Encontraré la manera de mantener a salvo Tiansong —dice.

Al final ninguna de las dos se rinde. No se tocan; no se besan. La cortesía de dos extrañas en la despedida.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

—Isren.

Es lo único que necesita, en su frecuencia restringida, para convocar a Isren. Una conexión, con imágenes para que Lunha sepa que permanece en el hábitat.

—Sí, general.

—No he podido disuadir a la Primera de Tiansong.

—En ese caso, por favor, diríjase a Portal de Hierro. Habrá una lanzadera programada para trasladarla a una de nuestras naves en órbita.

—No. —Lunha mira por la ventana redonda, la agranda hasta que ocupa toda la pared. Puente Silencioso a mediodía es de platino—. Traedme blindaje. Lo espero antes de setenta y dos horas. ¿Tenéis autorización para oficiar un duelo?

La expresión de su responsable no cambia, salvo por un fugaz parpadeo.

—No es eso lo que teníamos en mente, general.

—Un duelo minimiza los daños colaterales. El representante de Tiansong gana, nosotros mantenemos el embargo, para limitar la influencia de los desconectados. Si Xinjia es asesinada, apresada o frenada como sea utilizando la fuerza, habrá otros, y no solo en este mundo. Será casi imposible seguir la pista de los desincronizados. —No es una certeza, pero es como Xinjia habría aprendido a maquinar a partir de la imagen de Lunha—. Gano yo y Tiansong renuncia a sus planes, acepta la reintegración. Yo no pierdo, operativo Isren.

—Invocáis un estatuto arcaico.

—Lo invoco con propiedad, y no es la primera vez que he forzado desenlaces mediante un único combate. Esta es una situación en la que la destrucción militar es indefendible; la solución diplomática, imposible.

—Si perdéis, general, invalidaré el resultado. —Isren se queda en silencio un momento—. Un duelo a muerte.

—Así es.

Lunha manda razón a Xinjia de que elija un representante para un combate único, exponiendo las condiciones ajustadamente. Xinjia las acepta de inmediato. Son las mejores que pueden ser, dadas las circunstancias.

Lunha revoca los retoques que ha realizado en la red y se quita la malla facial. Dedica tiempo a lavarse, agua caliente que casi escalda, bálsamo y pigmentos para alisar las marcas dejadas por la malla. Los comandantes de Tiansong lo hacían antaño, purificar mente y cuerpo antes de entablar batalla, y Lunha siempre ha seguido su ejemplo. No dispone de demasiado tiempo para dedicar a la mente, pero pocos combates le han permitido ese lujo.

Isren no llega de manera clandestina, y Puente Silencioso está preparado. Lunha observa las imágenes transmitidas por los ojos de Isren cuando los notables reciben al neutroide, fríamente formales; los datos que Isren transmite la informan de quién está desconectado: las madres de Lunha, otros dos notables, primos lejanos a los que Lunha no conoce… demasiado jóvenes.

Escoltan a Isren, con cortesía. Lunha no les permite entrar en su habitación. Sus madres vislumbran su rostro (el suyo propio, el rostro con el que nació y creció), y los ojos de su madre Yinliang se abren como platos, consternada.

Isren saca la armadura, el uniforme de gala, más armas.

—Di por hecho que desearíais ser ceremoniosa. He obtenido la autorización para vuestra… decisión táctica.

Tal vez debiera haber encontrado tiempo para hablar con sus madres, piensa Lunha, pero es demasiado tarde, se ha movido demasiado deprisa. Resulta raro. En la batalla nunca cabe un «demasiado deprisa».

—Lo agradezco.

—¿Deseáis hablar de ello? —Isren ladea la cabeza, lo justo para resaltar una pálida garganta con un implante joya engastado.

—No tengo intención de que confraternicemos, operativo.

La risa del neutroide es ambigua.

—Tengo cónyuge, y soy bastante feliz en mi matrimonio. Una soldado profesional como vos, aunque ni la mitad de festejada. Los emparejamientos entre miembros de la tropa tienen una ventaja: menos secretos que guardar. Y, a propósito, ¿la Primera de Tiansong se ha desconectado por completo eliminando físicamente los implantes neurales? ¿Puede todavía conectarse a la red?

—Ha conservado los implantes.

Isren inclina la cabeza.

—Os he enviado un programa. Experimental. La reintegrará a la sincro. El método de infiltración es el mejor que tenemos; lo único que necesitáis es establecer una conexión con ella y el programa se instalará.

—¿Efectos secundarios? —Lunha coge el yelmo en las manos y lo descarta. Mostrará su rostro.

—Hasta donde se ha podido probar, ninguno. Lo peor que podría suceder es que no funcionara.

Sin efectos secundarios. Un programa que obliga al interfaz neural a volverse a conectar a la red, e Isren pretende hacerla creer que no hay efectos secundarios. Isren no lleva ninguna protección obvia a primera vista, pero no carece de ellas. Lunha calcula sus probabilidades de evitar las toxinas nerviosas y de dejar fuera de combate a Isren antes de que los nanos del neutroide se activen. En voz alta se limita a decir:

—Lo tendré en cuenta, operativo Isren. Lo agradezco.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Por la noche, Puente Silencioso es de zafiros. De todos los colores de los que pueden ser los zafiros, los más brillantes y exquisitos.

Bajo la armadura, la comodidad del uniforme de gala; en la cadera descansa el acero orquídea tan en su lugar como sus propias extremidades. Los vientos cortan lo suficiente como para resultar hirientes; el altozano de la casa señorial es empinado; las losas bajo sus pies, lisas.

Su madre Yinliang ha perdido toda expresión; su madre Fangxiu nunca la tuvo. Xinjia solamente parece distante, su mirada apática salvo cuando la fija en su representante. Una mujer grande, estilosa y musculada como un zorro, veterana campeona de las arenas de Portal de Hierro. Un insulto, a fin de cuentas, aunque Lunha no la subestima.

Todos los pares de ojos graban y transmiten. El uniforme, la armadura. Ella es una general hegemonista. Salvo por Isren y Lunha no hay rastro de Costeya en todo Puente Silencioso.

«Todavía está a tiempo de ejecutar ese programa, general», la voz de Isren por la banda privada.

Lunha se adelanta para presentar sus respetos a sus madres. Doblando una rodilla, la cabeza inclinada, la sumisión de una buena hija. Ninguna reacciona; ninguna le toca la cabeza. Lo acepta y se levanta para enfrentarse a la luchadora de las arenas.

La primera gota de adrenalina. Sus reflejos se tensan y su mente se sitúa en ese espacio de claridad y facetas, el interior de su cráneo frígido y luminoso.

Desenfunda el acero orquídea, sus bocas desnudando los dientes al viento, dientes que chasquean ansiosos bajo el frío.

Empiezan.

Copyright © 2013 Benjanun Sriduangkaew

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7 respuestas a Puente Silencioso, Cascada Pálida, de Benjanun Sriduangkaew

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  2. Gilberto dijo:

    Complejo y hermoso cuento lleno de evocaciones densas y poderosas. Ciencia ficción actual al estilo de Charles Stross o China Mieville, pero cargada de una poesía inusitada y llena de significados. Imposible no recordar Muerte de la Luz de Martin al final.
    ¡Gracias por este delicioso aporte, Marcheto!

    • marcheto dijo:

      Estilísticamente, las obras de Benjanun me resultan incluso más complejas y poéticas que las de Stross y Mieville, que al menos en las obras que les he leído (y traducido, en el caso del primero), tienen una prosa más sencilla. También debo confesar que tengo muy olvidada Muerte de la luz, que posiblemente sea mi novela favorita de Martin, hasta el punto de que leyendo este cuento no me he acordado de ella. Está claro que debo releerla.
      Y muchas gracias a ti por tu comentario, Gilberto.

  3. Pedro L. M. dijo:

    Brillante. Sobre todo a nivel del desarrollo cultural y familiar (aunque reconozco que un final tan abierto me ha dejado algo frío).
    Un saludo, y gracias, una vez más, por este regalo.

    • marcheto dijo:

      Yo también reconozco que ese final tan abierto es una opción arriesgada por parte de Benjanun que a mí también me dejó un tanto descolocada la primera vez que leí el relato, pero cuando lo volví a leer sabiendo que no debía esperar que se cerrara la trama ya no me molestó lo más mínimo, sino que me pareció que realmente era un punto perfecto para acabar. En cualquier caso, y no solo por este detalle, este es otro de esos cuentos que creo que se disfruta más en una segunda lectura en la que se aprecia mejor el estilo y la complejidad del mismo. Me alegro de que te haya gustado.

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