Media conversación, oída desde el interior de una babosa gigante inteligente, de Oliver Buckram – Especial Humor IV

Como espero que Un Opera nello Spazio (Una ópera espacial) os gustara y dada su brevedad os supiera a poco, aquí tenéis otro relato humorístico de Oliver Buckram.

Media conversación, oída desde el interior de una babosa gigante inteligente (Half a Conversation, Overheard While Inside an Enormous Sentient Slug), que podéis leer u oír en inglés en Drabblecast, comparte varias características con Un Opera nello Spazio (Una ópera espacial): es igual de breve, también se publicó por primera vez en 2013 en la revista Fantasy & Science Fiction y de nuevo su título describe exactamente el contenido del cuento. Pero creo que lo mejor es que ya sin más prolegómenos pasemos al relato. Eso sí, no sin antes agradecer a Oliver el que haya accedido a cederme no uno sino dos de sus cuentos para este especial dedicado al humor. Thanks a million, Oliver! We’ll keep watching the skies!

ACTUALIZACION I: Ya podéis descargar desde aquí los formatos para ebook (EPUB, FB2 y MOBI) de este relato. Una vez más, muchísimas gracias a Jean Mallart y Johan.

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Media conversación, oída desde el interior de una  babosa gigante inteligente

Oliver Buckram

Gracias, señor inspector, ya estoy preparado.

Sí, entiendo mis derechos como residente extraterrestre. No, eso no va a ser necesario.

Por supuesto, pregúnteme lo que desee. Lo único que quiero es que se haga justicia.

Me duele decirlo, pero estoy de acuerdo: no hay duda sobre quién asesinó a lord Ash.

A ver, cuando oí el disparo del rifle láser yo estaba en la cocina con la señora Moncrieff. Ella estaba preparando sándwiches de pepino mientras yo lavaba los cacharros del desayuno. Lord Ash tiene (discúlpeme, tenía) una extraordinaria colección de vajillas de porcelana. La taza de té que tiene en la mano, por ejemplo, es una Wedgwood del siglo diecinueve.

No, no tengo apéndices ocultos. Soy tal cual me ve. Los miembros de la Hermandad Babosa nunca hemos llegado a desarrollar manos. Utilizamos el aparato digestivo.

Muy sencillo. Friego los platos tragándomelos. Mientras recorren mi tracto intestinal, los restriego con diversos esfínteres, membranas mucosas y ácidos estomacales.

¿Que si los vomito? Por supuesto que no, sería de mala educación.

Exacto, aunque yo prefiero el término «defecar». Esa taza de té en concreto ha pasado por mi interior innumerables veces. Me la trago y un minuto más tarde sale por el otro extremo, impecable.

¡Inspector!, se ha manchado de té toda la gabardina.

Pues si quiere que le diga la verdad, sí que es una taza muy valiosa; pero no se preocupe, enseguida la arreglo.

De acuerdo. Hace cuatro años, mi anterior amo y yo llegamos aquí procedentes de Calisto. Mi amo era un hombre amable, aunque aficionado en exceso a jugar al whist. Tras una racha de mala suerte en la mesa de juego, se vio obligado a ofrecer mis servicios para saldar la considerable deuda que había contraído con lord Ash. Fue así como llegué a la mansión de los Ash.

Lord Ash era un amo de un estilo bastante distinto. Se pasaba el tiempo bebiendo, cazando y (al menos eso me parecía a mí) martirizando a los sirvientes. A su señoría le hacía gracia utilizarme como criado, aunque por toda la galaxia es bien sabido que los miembros de la Hermandad somos grandes eruditos y curanderos. Era bastante habitual que, cuando lord Ash estaba un tanto achispado, me tirara sal encima por accidente mientras yo estaba sirviendo la mesa. A sus compañeros de borrachera esto les parecía el colmo del ingenio, y no había vez que no les hiciera desternillarse de risa.

Pues porque esa es nuestra costumbre. Una vez que hemos aceptado a un nuevo amo, lo servimos hasta su muerte. Por fortuna para mí, ese momento ya ha llegado.

Un verano, lord Ash se marchó de Io para visitar sus propiedades en el cinturón de Kuiper. Y sorprendió a todos cuando regresó a la mansión con una prometida. Nunca olvidaré sus primeras palabras ante la servidumbre. Nos dijo que teníamos que obedecerla a ella igual que lo obedecíamos a él.

Su taza ya está arreglada, señor inspector. ¿Quiere que la excrete? Estoy seguro de que la señora Moncrieff le preparará más té de mil amores.

Como quiera. Al principio, el matrimonio parecía haber transformado a lord Ash de manera milagrosa. Dejó de beber. Ya no gritaba cuando el desayuno se retrasaba. Dejó de darle patadas a Faraón. Yo ya no tenía la piel llena de ampollas por culpa de la sal. Incluso dejó…

Faraón. El perro labrador de su señoría. Tal como le estaba diciendo, lord Ash dejó de cazar. Antes de su matrimonio, pasaba horas con el rifle, al acecho de las focas de magma que retozan en las pozas de lava. Pero como a la señora le destrozaba el corazón ver sufrir a las criaturitas, lo dejó. O eso fue lo que dijo.

Esa fue la mejor época. Fueron muchas las veladas felices en las que entretuve a lady Ash con las historias de mis viajes por la galaxia. Y ella tenía numerosos detalles conmigo. A veces me traía tierra del mantillo del jardín de rosas. Y en una ocasión, cuando tuve un brote de sarna de abono, ella misma me extendió por la piel con sus propias manos un ungüento calmante.

Pero todo cambió en su primer aniversario. Yo estaba limpiando la chimenea de la habitación contigua y lo oí todo. Sin querer, por supuesto. Lord Ash le regaló un abrigo de piel de foca. Él mismo las había cazado y desollado, para darle una sorpresa. Lady Ash se echó a llorar y salió corriendo de la habitación.

A partir de ese momento, las cosas cambiaron. Ella pasaba la mayor parte del tiempo en su dormitorio. A juzgar por el gusto salado de sus fundas de almohada, lloraba todas las noches hasta que se quedaba dormida.

Sí, su señoría también tenía a bien hacerme lavar la colada.

Lord Ash volvió a ser el de antes, solo que peor. Empezó a beber de nuevo. Volvió a gritar cuando el desayuno se retrasaba. Una mañana, golpeó a Faraón con el atizador de la chimenea. Por suerte, yo pude curar a la pobre criatura mientras su señoría se ausentó para ir de caza.

Sí, a Faraón lo apañé del mismo modo que he arreglado su taza. Por supuesto que ahí dentro podía respirar. ¿No le apetecerá probarlo? Puedo aprovechar para limpiarle la gabardina mientras está en mi interior. Tal vez le apriete un poco cuando pase por el canal pilórico, pero estoy seguro de que no estará mal. Simplemente métase con los pies por delante en mi…

¿No? Como quiera. Después de oír el disparo, la señora Moncrieff y yo nos apresuramos escaleras arriba. Aunque claro, en mi caso «apresurarse» es un término relativo. Encontramos a la señora de pie junto al cadáver de su marido, con el rifle en las manos.

Lady Ash estaba en un estado lamentable. Todo apuntaba a que lord Ash la había maltratado (creo que por primera vez), y entonces ella había agarrado el rifle y lo había matado de un tiro. A todas luces un caso de defensa propia.

Bueno, supongo que tiene razón. Eso es algo que tendrá que decidir un jurado.

Pena de muerte… entiendo.

¿Cómo va la búsqueda? ¿Todavía la están buscando peinando los campos volcánicos?

No, ya me imagino que no. No si se ha suicidado arrojándose a una poza de lava.

Totalmente destrozada, sí, la última vez que la vi.

Por supuesto. ¿Tiene alguna otra pregunta?

En absoluto. Estaba pensando en coger el cañón de riel de las tres para Ganimedes central, si le parece bien.

Sí, he reservado un pasaje para volver a casa en el Emperatriz de Rigel. Llevo demasiado tiempo sin ver a mis hermanos de babas.

No hay de qué. Adiós.

Copyright © 2013 Oliver Buckram

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3 respuestas a Media conversación, oída desde el interior de una babosa gigante inteligente, de Oliver Buckram – Especial Humor IV

  1. Gilberto Quintero dijo:

    Este es el cuento más divertido que he leído en mucho tiempo. ¡Es genial! Si el anterior de Buckram es muy bueno, este todavía es mejor, Marcheto, ligero en apariencia, se lee de un tirón, pero está lleno de sutilezas y de guiños, incluso el final, ah, el final da a qué pensar… Ya había leído algunas historias de este estilo, una conversación donde sólo se señalan las respuestas, creo que Neil Gaiman tiene uno así, pero nunca tan divertido….
    ¡Y como siempre, excelente la traducción, impecable, fluida, fresca! ¡De tan bien hecha que no se nota!
    Muchas gracias

    • marcheto dijo:

      A mí también me parece uno de los cuentos más divertidos que he leído últimamente, y eso que he preparando el especial he leído bastantes relatos supuestamente tronchantes. Pero este sí que me hizo reír, y además todos sabemos que lo bueno si breve… Y me alegro de que te guste la traducción. Porque además debo reconozco que pocas veces me he divertido tanto traduciendo algo. Y como bien sabrás, lo mejor que nos pueden decir a un traductor es que la traducción ni se nota. Así que muchísimas gracias.

  2. Pingback: Relatos cortos: “Media conversación, oída desde el interior de una babosa gigante inteligente”, de Oliver Buckram | Origen Cuántico

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