Oliver Buckram, Doctor en Letras, vive en el área de Boston, donde da clases bajo pseudónimo en una universidad extremadamente prestigiosa. Aunque cuenta con numerosas publicaciones en el campo académico, su primera publicación claramente encuadrada en el ámbito de la ficción vio la luz en 2012. Desde entonces, sus relatos de fantasía y ciencia ficción han continuado apareciendo en diversas antologías y revistas del género, sobre todo en Fantasy & Science Fiction, de la que se ha convertido en un asiduo contribuidor. Y, con la excepción de su último relato publicado hace unos días (The Black Waters of Lethe, también muy recomendable), hasta el momento todos sus cuentos tienen en común el hecho de que son francamente divertidos y bastante estrambóticos.
Un Opera nello Spazio (Una ópera espacial), cuyo título original es Un Opera nello Spazio (A Space Opera), apareció en 2013 en Fantasy & Science Fiction y es exactamente lo que indica su título. A pesar de su brevedad, requirió un gran trabajo de investigación por parte de Oliver, debido a sus escasos conocimientos sobre ópera y al hecho de que no habla italiano. Y, por si no tenéis claro si dedicarle los escasos cinco minutos que vais a invertir en leerla, os diré que, según su propio autor, «se trata de la obra más apasionante sobre el eterno enfrentamiento entre orangutanes y armadillos que vais a poder leer este año 2013». Y por si esta opinión os parece demasiado parcial, añadiré que Ken Liu incluyó este cuento entre sus favoritos de ese año y que, en su laudatorio comentario sobre el mismo, dijo entre otras cosas, «Me gustaría que más historias ligeras y divertidas como esta consiguieran llegar a las listas de nominados», algo que suscribo totalmente.
Y ya por último, y para evitar que la presentación se extienda más que el propio relato, me limitaré a agradecer a Oliver su amabilísima colaboración y su permiso para publicar este cuento dentro de este especial dedicado al humor en el género. Y, por una vez, creo que sí que podemos hacer algo para demostrar nuestro agradecimiento al autor: podemos apoyarle en su cruzada por identificar a todos esos alienígenas que ya se han infiltrado entre nosotros (principalmente en los servicios de correos, con el objeto de controlar nuestras comunicaciones). Así que, observad con atención a vuestro cartero y a los repartidores de las empresas de mensajería. Y, sobre todo, ¡vigilad el cielo!, ¡seguid vigilando el cielo! Thanks a lot, Oliver! We promise we’ll keep watching the skies!
ACTUALIZACION I: Aunque con un cuento tan breve casi ni merece la pena, ya tenéis aquí los formatos descargables para ebook (EPUB, FB2 y MOBI). Y una vez más, muchas gracias a Jean Mallart y Johan por su colaboración.
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Un Opera nello Spazio (Una ópera espacial)
Oliver Buckram
Acto I
La obertura comienza en re menor, para a continuación pasar a un desenfadado allegro en re mayor.
Los tripulantes van y vienen por la nave espacial a grandes zancadas proclamando su ardor marcial en la larga guerra contra los bárbaros alienígenas. Están convencidos de que el triunfo final será suyo, «Certamente! Certamente!» (¡Seguro! ¡Seguro!), únicamente con que consigan localizar la base alienígena secreta.
Orlando, un orangután, trabaja durante largas horas atendiendo los motores de antimateria (Notte e giorno faticar —Fatigarse noche y día—). Mientras está limpiando las válvulas de admisión, varios tripulantes humanos se burlan de él por su escasa estatura, su enmarañado pelaje y el mono con manchas de grasa. Se marchan riéndose, dejándolo angustiado, y en la famosa aria de la exaltación canta, Non so più cosa son (Ya no sé lo que soy).
Orlando abandona la cubierta de máquinas para ir a disputar un asalto de esgrima con su único amigo, Roberto el robot. Para evitar nuevas burlas, se arrastra hasta el gimnasio por los conductos de ventilación. Aunque Roberto maneja el sable con velocidad inhumana, los largos brazos de Orlando lo convierten en un formidable espadachín. Mientras atacan, fintan y paran, Orlando confiesa su amor por Flora, una oficial científica humana de cabello dorado. Nunca le ha dirigido la palabra porque, se lamenta, ella nunca podría amar a un simio (Come sai, Roberto —Como tú ya sabes, Roberto—). Luego Roberto le da un plátano para consolarlo.
Mientras tanto, Flora llega a la cubierta de máquinas con un misterioso cometido. Cuando Orlando surge de improviso de uno de los conductos de ventilación, intercambian miradas sobresaltadas. Y antes de que ninguno de los dos pueda hablar, suenan las sirenas y las luces empiezan a destellar. Una nave de guerra alienígena se está aproximando.
Mientras el coro arranca con el estribillo de Allarme rosso! (¡Alerta roja!), Flora se dirige a toda prisa hacia el puente seguida por Orlando, y cae el telón.
Acto II
En el puente, Orlando y Flora contemplan por una portilla las brillantes explosiones en el vacío del espacio (Deh vieni alla finestra, —Asómate a la ventana—). El escudo deja de funcionar, el fuego enemigo hace estremecer la nave y la tripulación del puente sale despedida de sus asientos, mientras se lamentan de no contar con cinturones de seguridad.
El capitán exige que el escudo sea reparado de inmediato (Deh, vieni, non tardar —¡Oh, ven, sin tardanza!—), pero Orlando descubre que han sido víctimas de un sabotaje. Los alienígenas capturan la nave terrícola con un rayo remolcador. El capitán intenta fútilmente liberarse, forzando los motores al límite, pero Orlando le advierte, Esploderà! (¡Estallará!).
Desde fuera del escenario llegan ruidos de escaramuzas y de un destacamento de abordaje enemigo que entona una marcha triunfal. Para evitar ser capturados, el capitán inicia la secuencia de autodestrucción en un dueto con el ordenador, Trenta, venti, dieci, cinque. Al enfrentarse a la muerte, Orlando coge la mano de Flora y, en lo que es un momento conmovedor, descubre que ella no rechaza este gesto final. En un lírico andante basado en el tema del primer acto, cantan La ci darem la mano (Allí nos daremos la mano).
Cuando la cuenta atrás llega a cero, la nave no estalla. El capitán grita, La maledizione! (¡Maldita sea!). Guerreros alienígenas, que se asemejan a armadillos, irrumpen en el escenario mientras el coro exclama, «He aquí los espantosos armadillos». Durante la frenética escena del combate cuerpo a cuerpo, el capitán ordena a Orlando que huya.
Mientras los alienígenas capturan a la tripulación y se hacen con el control de la nave, Orlando se arrastra por el sistema de ventilación. Se esconde en la desolada cubierta de máquinas mientras se retoma el tema en re menor de la obertura (Sola, sola in buio loco —A solas, a solas en este lugar oscuro—).
Orlando descubre un mechón de pelo rubio en el panel de control auxiliar y cae en la cuenta de que ha sido Flora quien ha saboteado la nave. Puesto que ella ha traicionado tanto las obligaciones de su cargo como el amor que siente por ella, Orlando se lamenta de su destino y jura matarla. El segundo acto concluye con el aria de la vendetta, una de las más populares del repertorio de los tenores.
Acto III
Llorando en silencio, Orlando se arrastra por los conductos de ventilación en busca de Flora, sin que los alienígenas a bordo de la nave se percaten de su presencia. La encuentra finalmente en la cocina en compañía del malvado rey alienígena. Orlando escucha horrorizado como el rey le dice a Flora que está preparando ossobuco y que ella es el ingrediente principal.
La emoción lo embarga y decide salvarla a pesar de su traición. Orlando le susurra sus intenciones a través de la rejilla de ventilación, pero, para su sorpresa, ella le responde entre dientes, Fuggi! (¡Vete!). Flora le insiste en que se mantenga escondido y la abandone a su suerte.
Mientras, el rey lee en voz alta del libro de recetas entonando siniestramente con su voz de barítono (Per servire l’uomo —Para servir al hombre—), Flora explica sottovoce que tenía órdenes secretas de sabotear la nave para que fuera capturada y conducida hasta la recóndita base enemiga. Una vez allí, la nave transmitirá de manera automática la localización al cuartel general de la flota. Flora dice entre sollozos que debe sacrificarse por el bien común, para que los alienígenas no descubran el plan. Mientras el rey está precalentando el horno y afilando su cimitarra, las tres voces se unen en Presto, presto (Deprisa, deprisa).
Con la intención de al menos demorar la muerte de Flora, Orlando se acerca con gran osadía y sigilo hasta el horno y lo inutiliza. Cuando el rey descubre que el horno se ha enfriado, estalla en cólera contra el stupido forno umano (estúpido horno humano). De pronto, la nave sale del hiperespacio. Acaban de llegar a la base secreta.
Con el grito de júbilo Oh, t’inebria nell’amplesso (Oh, inmensa alegría sin medida), Orlando irrumpe desde su escondite y agarra un cuchillo. En un heroico duelo de cuchillo de mantequilla contra cimitarra, Orlando derrota al rey. Y, tras liberar a Flora y al resto de la tripulación, los terrícolas recuperan triunfalmente el control de la nave.
Con el rey alienígena encerrado en una celda y habiendo establecido la localización de la base secreta, esquivan las naves de guerra que los persiguen y saltan al hiperespacio en medio de una cortina de fuego enemigo. Flora se lanza a los brazos de Orlando y declara, Amo il volto tuo peloso (Amo tu rostro peludo).
El retorno al re mayor y la inocente simplicidad de los últimos compases cierran la ópera, con la alegría reinando por doquier.
Copyright © 2013 Oliver Buckram
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Una obra sumamente divertida, llena de guiños sutiles a multitud de arias de ópera y personajes de la misma, pero también a más de algún cuento clásico de ciencia ficción. Ecos lúdicos para Mozart a la par que para Damon Knight o Leigh Kennedy.
Gracias por esta gema, Marcheto
He de confesar que en mi caso, que no soy nada aficionada a la ópera, en la primera lectura se me pasaron por alto esos guiños melómanos. Fue cuando lo estaba traduciendo y empecé a bucear por internet cuando descubrí todas esas referencias a las óperas, principalmente de Mozart, como bien dices. Si antes de eso el cuento ya me parecía francamente divertido, ese detalle hizo que todavía me pareciera mejor. Porque, por si os pasa como a mí y todas esas frases en italiano no os dicen nada en especial, probad a buscarlas en internet y os llevaréis una sorpresa.
Para mí Buckram ha sido uno de los descubrimientos más agradables de estos últimos meses, y seguro que el más divertido.
Efectivamente, estupendo relato, y además aprendemos términos de ópera, quien damas?
En 1000 palabras, difícil.
Aún sin captar las referencias operísticas es un relato muy divertido que se lee sin perder la sonrisa. Me ha encantado.
Te confesaré que yo de ópera sé más bien poco, así que tampoco capté ninguna de esas referencias en la primera lectura, lo que no fue óbice para que me pareciera divertidísimo y me lanzará a pedir el permiso para traducirlo.
Y si te ha gustado este, creo que la babosa también te va a gustar tanto como a mí 😉
Un relato muy divertido y original, emplazar la típica ópera espacial (o una parodia de la misma) en una ópera es muy original. Además si el protagonista es un simio (aunque sea un orangután) mejora mucho (todo mejora con simios, robots, zombis y dinosaurios, una pena que en este caso no haya habido ni zombies ni dinosaurios).
Me encantaría ir a ver no una ópera pero sí una comedia musical (musical cómico) que trate sobre una ópera espacial, con simios (bonobos a poder ser, pero me conformo con chimpancés o monos araña), robots, dinosaurios y zombis. Lo digo en serio.
Me suena mejor rayo tractor (¿de Star Trek?) que rayo remolcador. Aunque rayo remolcador suena bien.
Esta entrada es para obtener un boleto para el Sorteo segundo aniversario de Cuentos para Algernon
El sentido del humor de Oliver Buckram puede gustar o no gustar, pero original es un rato largo. Así que me alegro de que el cuento te haya gustado. Pero meter también zombis y dinosaurios en un cuento de 1000 palabras, tal vez hubiera sido un poco excesivo. ¿No te basta con la babosa de Media conversación…?
Me temo que no soy seguidora de Star Trek, así que lo de «rayo remolcador» no me lo sabía.
Y muchas gracias por tu comentario.
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